Memorias Indelebles, un relato sobre la Feria Internacional del Libro en Bogotá.
Al comenzar este viaje no estaba segura de qué esperar. Quería comprar libros, eso está claro, y conocer a Javier Ruescas. Me preparé mentalmente la semana anterior para resignarme a una vista en miniatura del que había sido mi héroe literario desde hace muchos años ya. Pero por alguna razón, que todavía no logro comprender, la vida me recompensó; un plan que había comenzado a gestarse sin yo saberlo, desde el año pasado, en cuanto seguí a Filipe Polydóro, mejor conocido como Poly Books, en YouTube y Twitter. Sin darme cuanta, el sueño se había vuelto real, las yemas de mis dedos ya lo tocaban, me ponía en puntillas para tomarlo con la mano completa, esperándolo, hasta que me embistió con fuerza, con todo el poder que un deseo puesto en pausa, desde hace un par de años, podía tener. La vieja utopía, siempre presente en mi mente, se había vuelto realidad.
Y nada, repito y subrayo, nada me podía separar de la felicidad, que recorría mis venas como pulsos de electricidad, que me embargó desde las 10:15 de la mañana, en cuanto mis brazos lograron rodear al "hada madrina" (si puede ser dicho de esa manera) que había vuelto mi sueño realidad.
Estaba en una nube de éxtasis de la que no podía... perdón, de la que no puedo bajar. Verlo tan de cerca, escucharlo hablar sin la necesidad de unos audífonos o conexión a internet, fue como tocar el cielo con las manos, aquel cielo que se veía tan lejano tan solo 24 horas antes. Grabé en mi memoria los detalles insignificantes, como las punzadas de su barba en mi mejilla al abrazarlo, la curva de su sonrisa, su felicidad al ver y oler el café que había llevado especialmente para él.
Una experiencia, la cual aún no me convenzo, que fue real. El momento en el que entró y todos nos dejamos llevar.
No sabía que estaba muerta hasta que el escucharlo decir mi nombre me revivió, y su firma en mis libros me hizo recordar como se sentía el verdadero latido de un corazón. El poder dirigirme a él hizo mis sentidos agudizarse y a mis nervios enviar escalofríos por todo mi cuerpo. Conocí y me reuní con personas que han dejado marca en mí a lo largo de los años, simplemente... me sentí más viva que nunca; en la carpa VIP de Corferias, a las 3:30 PM, hasta las 4:40, del 6 de mayo del 2017, cuando mis sueños se volvieron realidad.
Y nada, repito y subrayo, nada me podía separar de la felicidad, que recorría mis venas como pulsos de electricidad, que me embargó desde las 10:15 de la mañana, en cuanto mis brazos lograron rodear al "hada madrina" (si puede ser dicho de esa manera) que había vuelto mi sueño realidad.
Estaba en una nube de éxtasis de la que no podía... perdón, de la que no puedo bajar. Verlo tan de cerca, escucharlo hablar sin la necesidad de unos audífonos o conexión a internet, fue como tocar el cielo con las manos, aquel cielo que se veía tan lejano tan solo 24 horas antes. Grabé en mi memoria los detalles insignificantes, como las punzadas de su barba en mi mejilla al abrazarlo, la curva de su sonrisa, su felicidad al ver y oler el café que había llevado especialmente para él.
Una experiencia, la cual aún no me convenzo, que fue real. El momento en el que entró y todos nos dejamos llevar.
No sabía que estaba muerta hasta que el escucharlo decir mi nombre me revivió, y su firma en mis libros me hizo recordar como se sentía el verdadero latido de un corazón. El poder dirigirme a él hizo mis sentidos agudizarse y a mis nervios enviar escalofríos por todo mi cuerpo. Conocí y me reuní con personas que han dejado marca en mí a lo largo de los años, simplemente... me sentí más viva que nunca; en la carpa VIP de Corferias, a las 3:30 PM, hasta las 4:40, del 6 de mayo del 2017, cuando mis sueños se volvieron realidad.
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